Estados Unidos, líder mundial en innovación, está siendo desafiado por países como China, Inglaterra, Canadá y Australia, que tienen políticas de inmigración favorables para los emprendedores internacionales. Aunque el país se ha beneficiado enormemente de las contribuciones de sus líderes empresariales inmigrantes, su sistema de inmigración carece actualmente de una opción que permita a los fundadores de startups inmigrantes perseguir su sueño americano.

Para colmar esta laguna, el Presidente Obama introdujo la IER hacia el final de su mandato. La administración Trump lo rechazó antes de su lanzamiento. Una exitosa demanda presentada por la National Venture Capital Association, una organización líder de cientos de firmas de capital riesgo que proporcionan financiación a empresas innovadoras, garantizó que el programa de visados para startups siguiera en vigor. Sin embargo, la administración gobernante estaba decidida a eliminar el programa e hizo intentos en este sentido, hasta que la administración Biden lo reactivó, y por buenas razones. La National Venture Capital Association calcula que la norma IER podría crear más de 4 millones de puestos de trabajo en los primeros diez años y aportar más de 18.000 millones de dólares de valor indirecto a la economía estadounidense.